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Deborah Nickerson

El 9 de agosto de 2018 fue el cumpleaños de Deborah Nickerson. También fue el día en que se enfrentó a la idea de que podía tener cáncer. Había sentido un tumor en su mama y programó una cita con su médico de cabecera en el Northwest Health Center. Su médico, igual de preocupado que Deborah, la derivó a la Smith Clinic para que le realizaran una mamografía el mismo día. Fue entonces que escuchó la palabra "cáncer" por primera vez.

"Al principio pensé: '¿Por qué a mí?' Esto no me puede estar pasando", recuerda. El personal rápidamente programó una biopsia con la cual se confirmó que tenía cáncer en estadio III.

"Estaba muy enojada. La idea de tener cáncer… No sabía qué esperar. Me dijeron que estaba creciendo, así que quería que me lo sacaran. Quería una mastectomía". Tuvo que hacer quimioterapia durante 16 semanas en la Smith Clinic; y luego debió someterse a una cirugía en el Ben Taub Hospital y a siete semanas de radiación en Smith Clinic.

El 5 de julio de 2019 tocó la campana. "Fue el mejor sentimiento del mundo", afirma. "Es indescriptible. Dios ha sido fiel. Iba y venía. La quimioterapia redujo el tumor del tamaño de una pelota de tenis a un cuarto de su tamaño. Ya no hay cáncer. Esperé tanto tiempo para escuchar esas palabras...".

Cuenta que la atención ha sido excelente. "Todos fueron muy atentos. Me dijeron qué debía esperar, y todo sucedió tal cual me lo dijeron".

Una de las cosas que esperaba era perder el cabello. A las dos semanas de haber empezado la quimioterapia, ya no tenía cabello. "Tuve que aprender a aceptar la pérdida del cabello. Mi esposo me decía que me veía bien. Empecé a venir a los tratamientos con la cabeza al descubierto. Nadie me miraba así que pensé: 'Estoy ganando'.

Su esposo, el pastor Jerome C. Nickerson Sr., es su sostén más fuerte. Es veterano de Vietnam y tiene sus propios problemas de salud, pero nunca faltó a una de sus citas. "Estuvo a mi lado todo el tiempo". También recibió el ánimo de sus tres hijos, cinco nietos y de su familia de la iglesia. Deborah quiere transmitir ese espíritu de generosidad.

"Una pasa por una infinidad de emociones. En un día, puedes pasar de sentir esperanza a desesperación: todo se ve negro y deprimente y solo piensas lo peor. Pero cada día hay un poco más de luz. Rezar es clave. Supe que estaba aquí por una razón. Es mi trabajo encontrar ese propósito, decirles a los demás que no se rindan. Quiero ser una vocera de esta enfermedad".

 

 

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