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Graciela Gonzalez

Con un autoexamen a principios de 2018, Graciela González detectó un tumor en su mama derecha. En ese momento estaba de visita en México y se hizo una mamografía allí. Cuando volvió a Houston, se hizo una segunda mamografía y recibió un diagnóstico de cáncer de mama en estadio I.

"Desde el momento en que sentí el tumor", recuerda, "inmediatamente supe que era cáncer".

La sensación podría haber sido una intuición, pero más probablemente haya sido su formación médica. Graciela trabajaba como médica en México. Se jubiló hace 30 años, pero se mantiene actualizada.

Su oncóloga, la Dra. Kelly Casteel del Lyndon B. Johnson Hospital, programó una cirugía para extraer el tumor y algunos ganglios linfáticos. La operación estuvo seguida por 23 tratamientos de quimioterapia que duraron 12 semanas, también en LBJ Hospital. Al igual que muchas personas que se someten a quimioterapia, a Graciela se le cayó el cabello. "Pensé que era algo gracioso", cuenta. Tiene tres hijos que no tienen cabello, así que "sentí compasión por ellos".

Comenzó una serie de tratamientos de radiación en la Smith Clinic. El 13 de julio de 2019 tocó la campana que indicaba que era su último tratamiento y, a los 80 años de edad, un nuevo comienzo.

Graciela cree que el estrés puede haber contribuido a la aparición del cáncer. Durante muchos años, dio clases de Biblia evangélica por todo Texas. Desde su diagnóstico y su camino hacia el bienestar, ha formado a seis instructores para que la reemplacen. Irónicamente, el hecho de dejar atrás su faceta de enseñanza ha fortalecido su relación con Dios.

"Durante mi recuperación, no tuve más opción que descansar. Pude hablar más con Dios, y forjé una relación más personal".

Su familia fue una parte muy importante de su recuperación. Además de sus hijos, su hija, también llamada Graciela, fue un pilar constante, al igual que sus 12 nietos. Recibió muchos abrazos.

Las relaciones cercanas con sus médicos también fueron fundamentales. Siguió sus instrucciones lo más posible (aunque ocasionalmente disfrutaba de una taza de café frío prohibida). "Siempre me sentí respetada y querida", cuenta sobre su equipo de atención médica. Para demostrar su gratitud, les llevó regalos y refrigerios.

El consejo de Graciela para los demás es que confíen en Dios y en el equipo médico, que asistan a todas las citas del tratamiento y que prioricen la alimentación y el descanso. 

"Lo principal es permanecer en calma, porque la actitud es importante. Siempre he tenido una actitud positiva", cuenta. "Aunque desde el primer momento supe que era cáncer, también supe que ganaría la batalla".

 
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