Hace cinco años, cuando vivía en México, Samantha Anzaldua se detectó tumores en las mamas. Los médicos afirmaron que se debían a las pastillas anticonceptivas y le sugirieron que dejara de tomarlas. Aparentemente, esto sirvió. Sin embargo, en noviembre de 2016, cuando ya vivía en Estados Unidos, comenzó a tomar las pastillas anticonceptivas nuevamente. Los tumores volvieron a aparecer, y esta vez eran más grandes. Si bien dejó de tomar las pastillas nuevamente, los tumores no desaparecieron.
El médico le indicó un ultrasonido y, luego, una biopsia. Los tumores eran cancerosos.
"Estaba paralizada. No sabía cómo sentirme", recuerda. Samantha tenía tan solo 25 años de edad en ese momento.
Comenzó a deprimirse cuando el médico le explicó sobre la quimioterapia.
Ella pensó que la parte más difícil sería perder el cabello, pero también perdió a la mayoría de sus amigos. "Ellos son jóvenes y están de fiesta todo el tiempo. Sabían que yo no iba a poder acompañarlos como antes, y entonces dejaron de llamarme". Las personas que continuaron a su lado fueron sus padres, algunas tías y tíos y su hijo Oswaldo, de 9 años de edad.
Samantha comenzó la quimioterapia en Lyndon B. Johnson Hospital. La noche anterior a la mastectomía programada de la mama izquierda, decidió que no se sometería a la cirugía. Pensó que había perdido demasiadas cosas. Había decidido convivir con el tumor. Sin embargo, luego pensó en su hijo y decidió vivir por él. Finalmente, le realizaron la cirugía.
"Ser glamorosa todos los días no trae felicidad", dice. "Tener salud y estar con mi familia es la verdadera felicidad".
Ella rezó para pedir fuerzas, y Dios la ayudó. "El día después de la cirugía, ya caminaba y no sentía dolor". Una semana después, estaba sentada para esta entrevista, elogiando a los proveedores de atención y alentando a las personas para que no piensen que el cáncer y la muerte van de la mano. "Hay tratamientos", afirma. "Hay esperanza".
Salvo por el tratamiento y la cirugía reconstructiva, Samantha no piensa en el futuro. "Pienso en el presente y vivo el día a día. Quiero estar bien para mi hijo.
"Sé que atravieso la parte más difícil de mi vida. Después de haber pasado por el tratamiento contra el cáncer y haber perdido el cabello y una mama, puedo superar cualquier cosa. Reconozco mi fortaleza. Jamás pensé que había una luchadora adentro mío. Si bien perdí a algunas personas, sobreviví".